Statement:

Mi búsqueda gira siempre en torno a la identidad y los atributos que sustentan la idea del “yo”: los dobles sentidos, las capas de significado, el diálogo con lo popular y el respeto hacia lo sencillo definen mis trabajos. La fotografía familiar se convierte en el eje vertebrador de mis propuestas, que derivan en instalaciones en el espacio en las que el espectador siempre es participe.

FALTAR O MORIR. MEMORIA/ RECUERDO OLVIDO: «Vacío mnémico. En/desde/hacia»










VACÍO MNÉMICO. SER AUSENCIA. Belén Iranzo Bonillo

Melancolía y anclaje 

Nacemos entristecidos, sentenció Steiner. El filósofo describía a grandes rasgos la existencia humana como una experiencia de melancolía y capacidad de sobreponerse continuamente a esta. Transitamos el tiempo y nos desplegamos en él conscientes de una finitud —la nuestra— incomprensible y traidora, que cohabita con otro maravilloso y desconcertante foco de angustia existencial: la enormidad del mundo y su imperturbabilidad frente al deceso.  

Sísifo nos compadecería. La vida vendría a consistir, en lo biológico, en lo social, en lo cultural, incluso en la esfera de lo más íntimo, en un esfuerzo por la autoconservación. Un esfuerzo casi involuntario que halla en su aparente contradicción —pues nos sabemos fungibles, caducos— el resorte y la clave para su funcionamiento. De un lado, nuestra incapacidad para entender la nada, la no existencia —especialmente la propia— hace que nos sostengamos en un falso sentimiento de perdurabilidad dando la espalda a las postrimerías. De otro, la certeza de muerte a la que nos enfrenta la pérdida —del ser querido, del extraño—, nos aflige pero nos empuja a la perseverancia (conatus). Nuestro existir, y el del otro, se convierten en anclaje, refugio y resistencia. Y queremos ser.

Las posibles interpretaciones sobre la muerte y su sentido, así como las diversas maneras de abordarla y representarla, han marcado el rumbo de nuestro desarrollo social y cultural, y la manera en que lidiamos con nuestras tristuras.  La cultura sobre la muerte ha sido, desde el inicio de los tiempos, rica, compleja y conmovedora. Un entramado de creencias, ritos, teorías y manifestaciones de todo tipo que el ser humano ha ido entretejiendo y alimentando en un intento de guiarse a sí mismo y a sus semejantes por la senda del buen memento mori: ese que contempla en el drama de la muerte la posibilidad de prepararse para aprender a vivir y que ofrece, en el infinito o en la nada absoluta, otras formas de consuelo más allá de la existencia. Para perseverar en el ser con altura y entereza. Para saber vivir muriendo o saber morir viviendo. Pues en eso consiste, según decía Unamuno, la verdadera sabiduría, y por ende la verdadera felicidad.

Azudes de la contemporaneidad

No vamos hacia allí.  Desechadas las propuestas humanistas y las promesas de eternidad de las grandes religiones, en la liquidez de nuestra época no hay espacio para la contemplación, el mito o la melancolía, porque estas no dan pan y piden tiempo, pensamiento y algo de insumisión.

En los azudes de la contemporaneidad, donde todo es hiperpresente y dispersión, con un tiempo atomizado en el que nada inicia ni concluye, la posibilidad de la muerte no existe —hasta que azota su inevitabilidad. En el capitalismo tecnológico y voraz la realidad se fragmenta y se acelera en una suerte de microsecuencias de instantaneidad inconexas que se suceden unas a otras. Falsas burbujas de eternidad donde no hay más que la intemperie del ahora, sin pasado, sin futuro, sin el marco ordenador de la linealidadSin telos, sin teo, sin esperanza de trascender, varados en las cotas más superficiales de la experiencia, todo se reduce a la apariencia y la fisicidad. Nos agarramos al espejismo de la eternidad de los cuerpos y a las tremendamente eficaces estrategias placebo para su mantenimiento y su continua exposición como vía —errática— para confirmarnos, aplacar tristezas buenas, dudas, o atisbos de verdad.  

El trauma de la pérdida sucede ahora en una no-realidad otra y paralela con la que nos vemos obligados a convivir mientras dure la pena más amarga. Desde el afuera, desde el no-lugar, la tanatología más burocrática ofrece soluciones a la enfermedad de la muerte con la externalización integral de sus quehaceres y escenarios tratando, quizás, de agilizar el tránsito y minimizar el dolor. Y el duelo se transforma en la gestión de los cuerpos —ya inertes— orquestada con hierática ritualidad. Porque el rito, como el símbolo, también murió. Sin referentes ni horizontes de significado o espiritualidad actualizados, nos enfrentamos al abismo de la desaparición desnortados, sin recursos ni respaldo para la catarsis y la vivencia plena de eso tan enorme que significa (co)habitar, temporalmente, el mundo. 

El andamiaje de la memoria

Postergar el encuentro filosófico/emocional con la muerte ni demora su llegada, ni allana el camino a la serenidad, pues implica negación y olvido de nuestra condición de seres pensantes y desactiva nuestra inherente espiritualidad. 

El peaje de la conciencia individual —de la posibilidad identitaria— es precisamente el de la certeza de nuestra extinción, que nos acota y nos hace ser uno y no más bien todo: morir es así condición y aliento del yo. Un yo que apuntala su acontecer en el andamiaje caleidoscópico de la memoria.

Si la finitud nos da entidad, cuerpo, limitándonos y destacándonos de la totalidad; la memoria —creadora y guardiana del ser—, aliada con la linealidad, nos da continuidad y narrativa propia, historia,  aportándonos la solidez y el contorno que nos separa del plano y del otro al que, inevitable y afortunadamente, también nos une.

En su dimensión colectiva, como constatadora de existencias y alteridades, la memoria nos permite ser en compañía, superponiendo experiencias de vidas entrelazadas, dándonos raíces, contexto, proyección, cobijo. Elevando la condición del yo —sin desdeñar la individualidad— a la de otro y a la del todo, a la de Ser. Vislumbrando en el vínculo, en la comunidad y en el recuerdo, la posibilidad de crecer, de eternizarse, de—en vida y en muerte— diseminarse, trascender. 

Estar en el mundo sin rechazar la finitud, otorgándole a ésta categoría de imperativo vital, es posible al abrazo compartido de la memoria.  A pesar de la deriva existencial en aguas bajas, a pesar de la taxidermia ontológica, el selfiecentrismo y la tiranía del ya, a pesar de los mecanismos que nos impelen a mirar hacia otro lado limitando nuestro entendimiento y nuestra capacidad de conectar con las mieles y hieles de la realidad, a pesar del adormecimiento y la negación, de la dinamitación del tiempo y la banalización de la vida con sus muertes.

Así, nuestro quehacer en vida, empujados por la búsqueda de un renovado buen memento mori el de recordar recordar. El de asegurarnos —mientras vivimos— de generar y atesorar recuerdos registrando escenas compartidas, gestos, caras, olores y demás esencias. Y enmarcarlo todo, construyendo así nuestra memoria y/en/con la del otro. 

Ausencia y luz. «Vacío mnémico. En/desde/hacia»

Si nos dejamos reposar en «Vacío mnémico. En/desde/hacia», permitiendo que el lenguaje artístico ensanche nuestra experiencia y nuestra capacidad de comprensión, quizá recuperemos la senda y el tono melancólico de la contemplación que ilumina y serena.

Tras las reflexiones sobre las transformaciones de la producción espiritual y material en torno a la muerte hoy —su hieratismo, sus dolencias y vacuidades— se abre, angosto, el túnel de oscuridad que siempre ha de llevar hacia otro lado. Este túnel —metáfora del tránsito hacia la muerte y de los laberínticos y costosos caminos del pensamiento y la conciencia de ser— conduce hacia la luz —en primera instancia siempre cegadora— de la revelación.  

Desembocamos en un núcleo de convergencia donde tiempo, totalidad, existencia e infinito se funden con la carga simbólica y física de la desaparición, de la ausencia. Cúpulas de cristal, vitrinas, receptáculos, marcos y relicarios, objetos —ahora vacíos— diseñados para preservar y guardar, emergen de la oscuridad como un mantra rítmico e infinito de intermitencias luminosas. 

«Vacío mnémico. En/desde/hacia»,  es una experiencia mística íntima y universalizadora sobre la vida y la muerte que nos guía hacia la reconciliación con nuestra naturaleza finita —con potencial de eternidad— y hacia la reconexión con un yo/identidad arborescente, rizomático, fraguado en comunidad y sustentado por la arquitectura frágil e infinita de la memoria. 

La obra es la culminación, en su tercera fase, de un proyecto mayor sobre memoria e identidad —y sus limitaciones y enveses— en el que el artista Noé Bermejo viene trabajando desde 2017. A él hacen referencia las dos grandes imágenes retroiluminadas que se integran en esta última propuesta expositiva reseñando la importancia del proceso creativo como continuum y de la  narrativa común que subyace tras cada una de las piezas.

Luz y tiempo —los dos elementos que definen lo fotográfico— son, junto a los  portarretratos —vacíos en este caso, o cargados con papel luminiscente en los desarrollos anteriores—, la clave iconográfica a partir de la cual se plantean tres aproximaciones con enfoques y perspectivas diferenciadas, pero conectadas entre sí, a la idea del yo. Tres escenarios/estadios para la catarsis y el amarre existencial que parten de la exploración y la aceptación de nuestra naturaleza anecdótica, apuntando a la liberación de las líneas duras del yo como fórmula para aliviar pesadumbres, ampliar territorios y devenir (dejarse ser). 

En «Vacío mnémico» la escultura central, que remite inevitablemente al enhiesto surtidor de sombra y sueño —pero también a un engrama o a una red neuronal—, nos sitúa en un lugar interior, psíquico, metafórico. Esta arquitectura —ahora vacía y empolvada, y tan firme como etérea e inestable— es una parte visible del engranaje infinito y cambiante de la memoria y de la propia vida, así como de lo que queda de ella y de nosotros mismos cuando la maquinaria deja de funcionar. Huella y contingencia de un pasado, un presente y un futuro efímeros en su naturaleza subjetiva, y eternos en su proyección colectiva/universal.  

Los objetos depositarios suspendidos en el espacio y en el tiempo de la instalación se presentan como registros y señuelos de una nueva/vieja espiritualidad intimista, doméstica, familiar, basada en los vínculos y los afectos que busca el sentido y la posibilidad de trascendencia desde el microcosmos de su pequeñez. Los portarretratos ya no abarrotan las ramificaciones de la pieza central de metacrilato y vidrio como en las anteriores representaciones sino que, vacíos y ensamblados unos a otros con pequeños restos de cadenas, pulseras y engarces de joyería, forman un tapiz de vidas/ausencias entrelazadas en la eternidad colectiva y difusa del existir.

Y volvemos al memento mori, porque he aquí la clave de la revelación: la conquista de la eternidad es compartida, cercana y afectuosa, y exige el placer y el reto de procurarnos encuentros convenientes, y ser uno de ellos para los demás. Pues estos hacen crecer la potencia de vida y por tanto la alegría, expandiéndonos más allá de lo anecdótico de acontecer, y asegurándonos —también en muerte— la persistencia del recuerdo y una foto fija en el tapiz sempiterno de la(s) memoria(s). 

El misticismo mnémico del recordar recordar eleva, pues, el acontecimiento contingente amplificando las posibilidades del yo. Matiza la idea del morir e ilumina el significado del muriendo: dejar de ser sin irse del todo, sabiendo permanecer en los otros, sabiendo que los otros permanecen en ti. Transforma, al fin, nuestra vida dándole un sentido que la muerte no le puede arrebatar, el de ser —esencialmente y en/desde nuestra ausencia— recuerdo, fragmento, semilla, sal. 

 

 


«Vacío mnémico. En/desde/hacia»

Ser ausencia

Frente a toda evasiva de finitud en la alternativa lúcida y actualizada del bien morir, que exige la exploración y la aceptación de nuestra naturaleza anecdótica, resiste una nueva/vieja espiritualidad intimista, doméstica, familiar, basada en los vínculos y los afectos que busca el sentido y la posibilidad de trascendencia desde el microcosmos de su pequeñez y al amarre existencial de la memoria.

En su dimensión colectiva, como constatadora de existencias y alteridades, la memoria nos permite ser en compañía, superponiendo experiencias de vidas entrelazadas, dándonos raíces, contexto y proyección. Elevando la condición del yo —sin desdeñar la individualidad— a la de otro y a la del todo. Vislumbrando en el vínculo, en la comunidad y en el recuerdo la posibilidad de crecer, eternizarse—en vida y en muerte— diseminarse, trascender. 

El misticismo mnémico de recordar recordar matiza así la idea del morir e ilumina el significado del muriendo: dejar de ser sin irse del todo, sabiendo permanecer en los otros, sabiendo que los otros permanecen en ti. Transforma nuestra vida dándole un sentido que la muerte no le puede arrebatar: el de ser —esencialmente y desde la ausencia— recuerdo, fragmento, semilla, sal. 




Vacío mnémico. En/desde/hacia

Instalación escultórica. Work in progress. 2017- 2020 

Autor: Noé Bermejo

  

«Vacío mnémico. En/desde/hacia», es una experiencia mística íntima y universalizadora sobre la vida y la muerte que nos guía hacia la reconciliación con nuestra naturaleza finita —con potencial de eternidad— y hacia la reconexión con un yo/identidad arborescente, rizomático, fraguado en comunidad y sustentado por la arquitectura frágil e infinita de la memoria. 

La instalación es la culminación de un Work in progress: MEMORIA/RECUERDO/OLVIDO. Un proyecto generativo sobre memoria e identidad —y sus limitaciones y enveses— en el que el artista Noé Bermejo viene trabajando desde 2017. Un proceso creativo como continuum con una estrategia narrativa común que subyace en las tres fases del proyecto, en las que los mismos recursos se van resignificando con cada manipulación, puesta en escena y contexto.  






“MEMORIA / RECUERDO / OLVIDO”

En el centro de la sala una estructura de carácter modular que se ramifica, inestable, compuesta de distintos niveles y elementos en equilibrio que se construye con metacrilato y cristal generando una composición orgánica y liviana que parece estar a punto de desvanecerse, de caerse. Un almario como de algo en construcción, en crecimiento, que recuerda a los nodos del sistema nervioso o una red neuronal. Algo casi transparente, provisional y apuntalado, como el de una bambalina que servirá de sujeción para los pequeños marcos barrocos. 
Cientos de portarretratos vacíos, sin fotos. Y en su lugar un material fotoluminiscente, que se va cargando de luz para posteriormente emitirla... hasta desvanecerse, hasta desaparecer.... 
Desde el centro de la estructura un foco móvil ilumina gradualmente la estructura, cargando el material fotoluminiscente de los marcos y proyectando sombras que generarán en ese espacio oscuro, un ambiente fantasmagórico, móvil y cambiante en el que se entremezclaran las formas orgánicas del soporte y los volúmenes los marcos. Incidiendo gradualmente en todo el espacio del horno, pero también en lo visitantes de la intervención que se convierten en elementos de la pieza, transformándose también en sombras mientras deambulan por el espacio interno que emula la instalación


Tras un giro completo de las sombras, sobre las paredes del horno, un golpe de flash: Iluminando la sala y cegando al espectador, ceguera blanca.

Y después oscuridad, silencio, quietud, para que los portaretratos expulsen luz, siendo todo lo contrario a lo que es una fotografía


EN IMAGEN MNÉMICA NO RECONOCIBLE O CRIPTOMNESIA

“…La memoria es el territorio de lo ya sabido. 
La rememoración, la reminiscencia es una actividad activa. Se intenta recuperar algo que estaba, algo que se sabía pero que ya no se sabe, porque se ha olvidado (…)
 Rememorar implica un esfuerzo, o una búsqueda voluntaria entre los contenidos del alma…La rememoración implica un esfuerzo…”
“En imagen mnémica no reconocible o criptomnesia” trata de reflexionar sobre la memoria, la generación y recuperación del recuerdo.
De forma poética la instalación rememora “el dispositivo físico de la memoria”. Planteando esta capacidad psíquica como un lugar, un espacio para la ensoñación y la fantasmagoría, tratando lo susceptible y alterable que es el recuerdo, su almacenaje y su recuperación. A la vez que se reflexiona sobre la fotografía y lo fotográfico. 
El propio espacio de la instalación recuerda a una gran cámara oscura, y todo el discurso que plantea el proyecto se articula con la luz y el tiempo; los dos elementos que definen lo fotográfico. 
Se trata de una pieza ad hoc par la sala del Horno de la Ciudadela. Un espacio altamente significativo: “La primera sensación que tuve al entrar en la sala, un antiguo horno, es sentirme en una cámara oscura”. El horno es un espacio esférico, oscuro, hace referencia obvia a lo fotográfico. Y aportar simbólicamente un sentido que me interesa mucho: estar dentro de la fotografía de forma literal. No detrás del visor o enfrente de la cámara, no vamos a ser imagen, vamos a formar parte del dispositivo de la fotografía interviniendo en él.
La naturaleza de un horno, diseñado para mantener el calor, insonorizado, oscuro denso… me ayudará, conjuntamente con el resto de los elementos que forman la instalación, a insistir simbólicamente en la idea de que se trata del “espacio físico de la memoria”, un espacio interno del cuerpo.

En el centro de la sala una estructura de carácter modular que se ramifica, inestable, compuesta de distintos niveles y elementos en equilibrio que se construye con metacrilato y cristal generando una composición orgánica y liviana que parece estar a punto de desvanecerse, de caerse. Un almario como de algo en construcción, en crecimiento, que recuerda a los nodos del sistema nervioso o una red neuronal. Algo casi transparente, provisional y apuntalado, como el de una bambalina que servirá de sujeción para los pequeños marcos barrocos. 
Cientos de portarretratos vacíos, sin fotos. Y en su lugar un material fotoluminiscente, que se va cargando de luz para posteriormente emitirla... hasta desvanecerse, hasta desaparecer.... 
Desde el centro de la estructura un foco móvil ilumina gradualmente la estructura, cargando el material fotoluminiscente de los marcos y proyectando sombras que generarán en ese espacio oscuro, un ambiente fantasmagórico, móvil y cambiante en el que se entremezclaran las formas orgánicas del soporte y los volúmenes los marcos. Incidiendo gradualmente en todo el espacio del horno, pero también en lo visitantes de la intervención que se convierten en elementos de la pieza, transformándose también en sombras mientras deambulan por el espacio interno que emula la instalación
“...Y es que si de algo es posible la fotografía es de ser creadora de realidades, si no pertenecen a la memoria, la crean...” “...la fotografía no solo inmoviliza el tiempo, sino que además lo bloquea, enseguida lo convierte en un monstruo, en un ritual...”

“MEMORIA / RECUERDO / OLVIDO”



Mi trabajo gira inevitablemente en torno a la identidad y los atributos que sustentan la idea del “yo”: el diálogo con lo popular, los dobles sentidos y la proyección de varias capas de significado son algunas de las notas características de mis proyectos. 

La fotografía familiar se ha ido convirtiendo en el eje vertebrador de mis propuestas, que derivan en instalaciones en el espacio en las que el espectador siempre es participe.

Mis primeros trabajos parten de la autorepresentación tratando de desmitificar el concepto de identidad para plantearla de forma antiheroica y cambiante. 

Mi investigación se ha ido adentrando en la relación que establecemos con la fotografía, con el objeto de reflexionar sobre cómo las imágenes abandonan su naturaleza, para convertirse en objetos casi mágicos debido al trato que establecemos con ellas: fotografías que dejan de ser imágenes para convertirse en imaginería, en objetos de veneración que sostienen parte de la noción de lo que somos.

Busco en la fotografía imágenes modelo, jugando siempre con arquetipos, con escenas o situaciones que ya conocemos de antemano para transcenderlas.
Con este proyecto huyo de la construcción de imágenes, de fotos, para adentrarme en las cualidades que las definen y las capacidades que las atribuimos, trabajando con “lo fotográfico” más que con la fotografía. Con “Memoria/ Recuerdo/ Olvido” pretendo estar inmerso, de forma literal, en estos conceptos: la estrategia para la investigación plástica es analizar esa capacidad psíquica que es la memoria como un dispositivo físico. Voy a trazar un juego con las dos acepciones del término: por un lado la memoria como dispositivo del recuerdo, pero también como un “lugar” de almacenaje, un espacio en el que revolver, hallar, esconder e intervenir.
“Memoria/ Recuerdo/ Olvido” es por tanto un work in progress con un marcado carácter de exploración, de trabajo de campo, de juego con elementos y conceptos que he ido rescatando de la carpeta de trabajo: Fotografías, imágenes, objetos depositarios, atributos para el recuerdo, que se convierten en elementos de intervención, en material de trabajo, para finalmente reflexionar sobre la memoria.

Se trata de un proyecto de marcado carácter interdisciplinar, que se abordará mediante distintas instalaciones, construyendo a través de colecciones, encuentros y búsquedas en rastros, dibujos, cartografías, mapas mentales, esquemas, listados y objetos. 

“Memoria/ Recuerdo/ Olvido” reunirá una serie de trabajos que se formalizarán a través de un proceso largo en el tiempo, que actuará como gran escultor, como elemento esencial de la fotografía y como constructor del recuerdo, y que que irá conformando las piezas, definiéndose a la vez que se vayan generando posicionamientos y acciones a través de una serie de pautas ligadas a actitudes, a gestos performativos: durante años he recorrido metódicamente rastros y mercados de segunda mano, educando la mirada y buscando como un cazador el mismo objeto: “portarretratos” que ahora se convertirán en la materia prima que ensamblará todo este discurso.



Marcos pequeños, barrocos, propios de las fotos domésticas, de cartera o de carnet; marcos que han sido usados y, posteriormente, olvidados y desechados, puestos a la venta, desnaturalizados de su sentido primigenio, fuera ya del altar laico de la madre coleccionista que los colocaba en el aparador de la entrada de sus casas. 

Cientos de portarretratos, vacíos, negados, silenciados, remitiendo inevitablemente a una ausencia, se convertirán en un elemento altamente connotativo que constituirá el eje vertebrador del proyecto.

Imágenes que no son. Sergio Luna


[...] los significados de las fotografías no están condicionados ni limitados por las propias imágenes, pues el significado se reproduce continuamente dentro de los contextos en los que estas imágenes aparecen [1]
Hace algunos años en París habíamos quedado con unos amigos a cenar en un restaurante. Al lado de nuestra mesa había una pareja de japoneses que nos pidieron si podíamos hacerles una foto con su cámara, una instantánea tipo Polaroid. Al ver que los de nuestro grupo nos entusiasmamos bastante con la cámara, los japoneses se ofrecieron a hacernos también una foto. Nos levantamos y nos juntamos con la típica pose y todos sonreímos hasta que saltó el flash. De repente la cámara escupió la fotografía y nos la entregaron gesticulando para que agitásemos el papel hasta que la imagen apareciera. La pareja se fue al momento y nosotros continuamos moviendo el papel de vez en cuando durante un buen rato. La imagen nunca apareció, pero a pesar de ello conservo ese trozo de papel con el mismo blanco impoluto del primer día. Cuando miro esta fotografía me viene a la cabeza innumerables detalles: puedo recordar exactamente cómo era el restaurante, el orden en el que estábamos sentados, algunos platos que pedimos, los dueños del restaurante y su familia cenando en una mesa cercana, qué hicimos antes de ir al restaurante y lo que hicimos justo al salir... La fotografía, aun sin imagen, se erige como un dispositivo capaz de activar una sorprendente cantidad de recuerdos, como si esa pequeña ventana conservara una imagen latente que se positiva en nuestro cerebro permitiéndonos rememorar la experiencia acontecida. En este caso la fotografía no se postula como un mecanismo que construye la memoria en el sentido de crear imágenes mentales basadas en imágenes físicas, en imágenes fotográficas, como la mayoría de recuerdos que tenemos de la infancia o de un tiempo pasado, sino que se constituye como una fotografía que, convertida en objeto, nos invita a construir la escena a partir del recuerdo y la imaginación sin poder recrear la escena de una forma fotográfica.

El hecho de hacer una foto para recordar un evento, como el de la cena del restaurante parisino, y descubrir al rato que la imagen no ha salido, genera cierta frustración que recuerda a la sensación que tuvieron que sentir los llamados protofotógrafos[2] decimonónicos al ver cómo las imágenes que tanto tiempo y dificultades les había llevado capturar en un soporte fotosensible, se diluían poco a poco sin dejar ni rastro, o como mucho ofreciendo un leve vestigio de las líneas más oscuras; Imágenes que aparecen para luego desaparecer, como si estuvieran impresionadas sobre un soporte fotoluminiscente que se carga y descarga de luz lentamente. Un tipo de imagen inestable que se asemeja en cierta medida a la sombra, a la imagen temporal producida por la proyección de un haz de luz; pero también al cine más básico, podríamos decir. El origen de la imagen antes de la cámara oscura se emparenta con el mito de la dama de Corinto que, tal y como relata Plinio el Viejo, ante la desesperación por la partida del joven corintio del que estaba enamorada, dibujó los contornos de la sombra que producía su rostro sobre la pared gracias a la luz de una lámpara, con la intención de poder conservar así su retrato. La joven dama creó así una representación a través del dibujo silueteado que, a pesar de su indefinición, sería capaz de traer el recuerdo y la memoria de la persona ausente. El hecho de proyectar una sombra con una lámpara provoca una imagen en movimiento, un movimiento perpetrado por la llama que induce inquietud en la sombra.

Pensar una imagen en blanco, recrearla, construirla, se convierte en un acto individual que tiene que ver con la experiencia y el bagaje personal. Aunque la fotografía de París está etiquetada de forma vertical, seguramente se tomó apaisadamente para enmarcar a todo el grupo de gente, pero es muy probable que cualquier persona que se enfrente a esta imagen vacía antes visualice la torre Eiffel que a un grupo de amigos sonrientes en un restaurante, al estar condicionada su mirada por la verticalidad del formato y la leyenda manuscrita. Personalmente, cuando me enfrento a la fotografía en blanco, parece como si esta ventana vacía contenga todas las imágenes de aquel viaje, tanto del encuentro con gente que hacía

[1] Batchen, G. (2004) Arder en deseos. La concepción de la fotografía. Barcelona: Gustavo Gili, p. 17.
[2] Ibíd., p. 55.











…de un color sufrido: alivio de luto.

.…de un color sufrido: alivio de luto, es la segunda fase de la muestra que Noé Bermejo que realizó en El Palomar en octubre de 2014 titulada …de un color sufrido. 
Tras el interés de Tasneem Salam por el artista y su trabajo, a raíz de la primera exposición, nos complace anunciar la metamorfosis de este proyecto  generativo  que hemos acompañado y que ahora presentamos en Tasneem Gallery, con piezas ad hoc.
 “Genealogía de la  resignación”
Instalación con tres camisones bordados
“Mariposas en el estómago”
“Nudo en el Estómago”
“De tripas corazón”
…de un color sufrido se compuso de piezas que releían y contextualizaban el mismo ático de El Palomar: el último piso de un edificio de principios de siglo. La casa de la portera. Una ficción, una ilusión confeccionada a través de desperdicios icónicos, de imágenes de las que se alimenta el omnívoro sistema del imaginario del españolito medio. Definiéndose  todo a base de imágenes tremendamente comunes, en las que es muy fácil verse reflejado. Buscando clichés llenos de denominadores comunes de nuestro imaginario -que pertenecen a nuestra historia y a nuestra cultura- llenos de espacio para lo banal y lo convenido donde todos podríamos encontrarnos y reconocernos. Se trató de verificar, confirmar, y constatar la historia vital y la existencia de esa mujer, la portera: una mujer nacida para sufrir.
 “Te siento en mis entrañas”
Tresillo tapizado en seda laminada impresa
147 x103x 54 cm
 Valencia 2015
Desde la autorepresentación, Bermejo ordena una ficción en la que el artista interpreta a cada uno de los personajes que habitan esta narración. Presentando el  concepto de identidad como algo siempre falso, parcial, banal y estereotipado, susceptible de hundirse o de deshacerse. Insistiendo en lo absurdo de este término que finalmente es siempre un juego de rol. Parasitando su propia biografía y convirtiéndose a la vez en sujeto y objeto para plantear la identidad no como algo único y uniforme, sino en continua construcción, imaginaria y ambigua.
 “ Luto”
Tapiz bordado con perlas
Valencia 2014
“ Luto”
Tapiz  bordado con perlas
Valencia 2014
Fotos que ya conocemos de antemano,  llenas de lugares comunes propios de una memoria colectiva, para reflexionar sobre el carácter de la fotografía entendida como algo que va mucho más allá de ser un mensaje sin código de pura denotación, en el que la presencia que exige el acto fotográfico no toma más o menos valor por ser  o no ser real -como se plantea continuamente en la fotografía del álbum de familia y el proyecto que se presenta- insistiendo en una deconstrucción del sujeto y una pérdida de lo singular. Fotografías que son el elemento primigenio de todo el trabajo del autor y que derivan en otros elementos que se van configurando por medio del tiempo y la acción en tejidos, objetos y colecciones.

“de un color sufrido”
Impresión en seda/ Instalación
(foto  resultado de acción:
 paseos bucólicos por el cementerio 
recogiendo flores viejas de tela que el aire ha tirado)
110x110 cm
Valencia 2015

…de un color sufrido: alivio de luto sigue examinando la fotografía doméstica como un atributo más de la memoria, un elemento capaz de generar recuerdos y de ser índice apto para transformar y reinventar la historia personal. Incidiendo, a través del disfraz, en los huecos que el álbum de familia deja relegados: el dolor y la enfermedad, la muerte y sus circunstancias, la soledad y su contexto, el sexo, la sexualidad, el deseo y la resignación. El retrato, el retratado y en este caso también el artista, junto a los elementos que intervienen en la narración para establecer un juego entre la realidad y la ficción. El simulacro que se genera entorno al acto fotográfico; plantea los límites de la imagen y de la fotografía como dispositivo narrativo para y de la memoria, en un uso de la fotografía que trasciende al documento,  a la documentación constatadora. 
 “ Alivio”
Vídeo/instalación
Tapiz  bordado con perlas más plasma con vídeo loop
65x 195 cm, 65x65cm
Valencia, 2015
En una recolección de imágenes que quieren ser reliquias, que quieren ser fetiches. De imágenes a imaginería, donde los tejidos y la labor callada y paciente de la costura van suturando, zurciendo, hilvanado  un discurso donde se plantea “lo femenino” muy lejos  de algo blando, sumiso, frágil o pasivo. No en vano la aguja sutura pero también hiere
 “ Vuelta al hogar”
foto/instalación
Fotografía 64x90 cm y casa de tripas de 45x40x40
León, 2013
 “ coser y cantar 
(...de un color sufrido)”
acción/instalación (work in progress)
tapiz de terciopelo encontrado y tul negro  bordado
 160 x 215 cm  Barcelona
 “ coser y cantar 
(...de un color sufrido)”
acción/instalación (work in progress)
tapiz de terciopelo encontrado y tul negro  bordado
 160 x 215 cm  Barcelona
 “ coser y cantar 
(...de un color sufrido)”
acción/instalación (work in progress)
tapiz de terciopelo encontrado y tul negro  bordado
 160 x 215 cm  Barcelona
 “Duelo”
Foto/instalación
 Colección de Fotografía montadas  con marcos  encontrados
Colección de perros de porcelana encontrados
Ménsulas y fanales 
  “Duelo”
Foto/instalación
 Colección de Fotografía montadas  con marcos  encontrados
Colección de perros de porcelana encontrados
Ménsulas y fanales 
“Virtudes”
7  impresiones en seda montadas en marcos circulares y acolchados
“Virtudes”
7  impresiones en seda montadas en marcos circulares y acolchados
6 de 27x27 cm
1 de 50x70 cm
Valencia 2014